1.05.2008

ESTRUTURA


La UNESR fue creada por Decreto Presidencial Nº 1.582, de fecha 24 de enero de 1974, como alternativa para la Educación Superior en Venezuela. Inicialmente se propuso construir una estrategia de desarrollo curricular que permitiera ampliar por etapas la matrícula estudiantil y diseñar fórmulas experimentales orientadas a explorar vías para la solución de tres (3) cuestiones esenciales en la problemática universitaria:
Atención a un mayor número de estudiantes con menores índices de costo.
Vinculación real de la Universidad a la producción y al mercado de trabajo.
Creación de fuentes propias y desarrolladas de ingreso, destinadas a lograr un alto porcentaje de financiamiento
Las acciones básicas para lograr estas premisas fueron: los Estudios Universitarios Supervisados (EUS), Aprendizajes por Proyecto (CEPAP), la Acreditación del Aprendizaje formal y no formal de los trabajadores y la prosecución de estudios a nivel de licenciatura de los Técnicos Superiores Universitarios, quienes en el lapso de dos (2) años egresarían de la Universidad. La masificación de la educación, a finales de la década de los 70, incidió en la adecuación de los objetivos iniciales para formar, mayoritariamente, a los bachilleres de reciente ingreso. Esta modificación en los perfiles de entrada de los participantes generó que las modalidades de aprendizaje, basadas en la andragogía, estudios supervisados, aprendizajes por proyectos, cursos libres -fortalezas de la UNESR-, cedieran su espacio a la modalidad contigua, característica de las universidades tradicionales.
En 1992, luego de un estudio de las fortalezas y debilidades de la UNESR, donde se evidenció un distanciamiento entre su filosofía y la praxis, se constituyó una Comisión para la Reforma Institucional, cuyo objetivo fue presentar planes de acción, necesarios para promover el desarrollo de la Universidad acorde con los requerimientos que la época impone. Como consecuencia de ello, la UNESR cuenta en la actualidad con una estructura descentralizada, basada en niveles de toma de decisiones estratégicas, funcionales y operativas, que facilita las respuestas asertivas a los requerimientos intra y extra universitarios.

HISTORIA DE LA UNESR


La Universidad Simón Rodríguez (USR) nace con el Núcleo de Caricuao en Octubre de 1971, el entonces presidente Rafael Caldera decretó la organización de una nueva universidad en la Región Capital. La Comisión Organizadora se constituyó con siete miembros, designados todos por el Ejecutivo: Vice-presidente, Eddie Morales Crespo, Miembro; Henrique Castillo Pinto, Miembro; José Luis Salcedo Bastardo, Miembro; Antonio Moles Caubet, Miembro y José Enrique Yáber, sustituido por Hector Font Viales. Como secretario ejecutivo fue designado el abogado internacionalista Luis Herrera Marcano y con él fueron contratados sucesivamente los asesores, entre quienes nombran a Martín Oropeza, Silvio Llanos de la Hoz, Andrs Halstrom, Arnold Horowitz, Patrick Bertou y Rogelio Pérez Perdomo.
Durante el año de 1972, la Comisión Organizadora y su equipo de asesores se dedicó básicamente a la definición de un conjunto de prioridades principistas. En este orden de ideas, la UNESR: a) Tendría académicamente carácter alumno céntrico; b) Su organización estimularía al máximo la participación; c) Su enfoque sería interdisciplinario y d) Fomentaría la actitud critica del estudiante.
Entre Noviembre de 1972 y enero de 1973, se organizo el proceso de selección de los aspirantes para el primer curso de Formación de Docentes Universitarios. De un Universo de 400 aspirantes, se seleccionaron 33 profesionales de distintas disciplinas.
Entre Abril y Mayo de 1973 el equipo asesor responsable de la facilitación a los 33 docentes participantes, anunció su disolución como tal. A partir de entonces se decidió que todo el conjunto docente operaria como una sola unidad académica mico-administrativa con base en una organización horizontal, no jerárquica, participativa y auto responsable.
Con el fin de darle a la Institución personalidad jurídica, en noviembre de 1973 el equipo concluye el informe sobre la creación de la UNESR en el cual se estableció el modelo administrativo y organizacional del Centro de Estudios que fue decretado en enero de 1974. Este informe fue aprobado por el CNU el 24 de enero de 1974. Durante la semana comprendida entre 21 y 25 de enero del mismo año, una de las comisiones integrantes del equipo universitario ubicó una escuela abandonada en un sector popular de Caricuao. Sus locales habían servido anteriormente como unidad del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, comedor popular y Unidad Educativa. En cada caso las instituciones anteriores abandonaron el lugar debido a la presunta inseguridad existente en la comunidad circundante. Meses más tarde este local albergó a todo el equipo universitario. Fue este recinto, la primera sede de la Universidad Simón Rodríguez.
En febrero de 1974, un grupo de 39 estudiantes procedentes de los Colegios Universitarios de Caracas y Los Teques ingresó a la Universidad. Más adelante en junio de 1974, se anunció el Plan de Crecimiento Poblacional Estudiantil que abarcó hasta febrero de 1977, fecha en la cual se aspira tener un total de 2150 participantes como tope máximo, meta imposible de lograr ya que fue necesario asegurar un ritmo de crecimiento que evitara un salto numérico tan brusco.
Durante los años 1974 y 1975 la Universidad fue evaluada por varias comisiones, las cuales determinaron el alcance de ciertos niveles de desarrollo, para entonces operaban en conjunto un centenar de estudiantes, 35 docentes y 13 empleados administrativos quienes funcionaban dentro de una estructura no jerárquica y autogestionaria.
A partir de julio de 1976 se propone y se acuerda adoptar una conformación administrativa que implica jerarquías e instancias de carácter vertical. Se crean otros núcleos y el Núcleo de Caricuao pasa a ser dirigido por el Profesor Gustavo León.

La necesidad del cambio educativo para la sociedad del conocimiento

Los modelos universitarios tradicionales:
Los universitarios tienen cierta tendencia a creer en la inmutabilidad de los principios universitarios. Existe una idea, o al menos una sensación compartida, de que los principios que inspiran la organización educativa, el proceso de enseñanza, las relaciones con la investigación, por poner unos ejemplos, han permanecido sin cambios a lo largo de los años, y de que forman parte de las esencias de las instituciones universitarias. Es curioso que los universitarios, muy críticos con la mayoría de los aspectos de la ciencia o de la sociedad, sean tan respetuosos con lo que se llama la cultura universitaria (Sporn, 1996). En consecuencia, las universidades, dirigidas en muchos países por los propios universitarios, se comportan como instituciones conservadoras, sobre todo en los momentos de grandes cambios. Vivimos ahora unos momentos en los que la sociedad está sufriendo mutaciones muy profundas, y sería necesario que la universidad se adaptase a ellas si no quiere verse convertida en una institución obsoleta que ya no responde a las demandas sociales. En este artículo revisaremos algunos de los cambios que están teniendo lugar en la sociedad y que afectan al mundo universitario, para pasar después a proponer algunas respuestas que ese mundo debería dar a estos cambios de contexto.
Revisaremos, en primer lugar, algunas ideas sobre los modelos históricos de la educación superior. Los universitarios solemos estar muy orgullosos de la vieja y larga vida de las universidades, que se remonta a la Edad Media. Sin embargo, las universidades, tal como hoy las conocemos, son mucho más recientes. Fue a principios del siglo XIX cuando tuvo lugar el gran cambio de la universidad medieval a la universidad moderna. En ese momento aparecieron tres modelos de universidades con organizaciones diferentes, que se corresponden con otras tantas respuestas a la sociedad emergente del siglo XIX. Esta sociedad se caracterizaba por dos hechos: en primer lugar, se trataba de una sociedad en la que adquiría importancia como nuevo modelo de organización social el Estado-nación liberal; en segundo lugar, era la sociedad en la que se estaba produciendo el desarrollo industrial. Ante ese fenómeno común en Europa y en los nuevos Estados americanos: surgimiento de los Estados nacionales y de la era industrial, los países respondieron con diferentes modelos de organización de sus universidades. Dichos modelos se pueden agrupar en tres tipos:
El alemán, también llamado humboldtiano, se organizó mediante instituciones públicas, con profesores funcionarios y con el conocimiento científico como meta de la universidad. En ella, el objetivo era formar personas con amplios conocimientos, no necesariamente relacionadas con las demandas de la sociedad o del mercado laboral. La idea que sustentaba el modelo (heredada del idealismo alemán del siglo XVIII) era que una sociedad con personas formadas científicamente sería capaz de hacer avanzar al conjunto de la sociedad en sus facetas sociales, culturales y económicas. De hecho fue así durante más de un siglo, y las universidades alemanas ayudaron no poco a convertir al país en una potencia científica y económica.
El modelo francés, también llamado napoleónico, tuvo por objetivo formar a los profesionales que necesitaba el Estado-nación burocrático recién organizado por la Francia napoleónica. Las universidades se convirtieron en parte de la administración del Estado para formar a los profesionales que ese mismo Estado necesitaba. Los profesores se harían funcionarios públicos, y las instituciones estarían al servicio del Estado más que al de la sociedad. El modelo, exportado a otros países del sur de Europa, tuvo éxito también para la consolidación de las estructuras del Estado liberal.
El modelo anglosajón, al contrario de los dos anteriores, no convirtió en estatales a las universidades, manteniendo el estatuto de instituciones privadas que todas las universidades europeas tenían hasta principios del siglo XIX. En las universidades británicas, cuyo modelo se extendió a las nor-teamericanas, el objetivo central fue la formación de los individuos, con la hipótesis de que personas bien formadas en un sentido amplio serían capaces de servir adecuadamente las necesidades de las nuevas empresas o las del propio Estado. Este modelo, como los otros, también tuvo éxito en los países en los que se aplicó, pero, a diferencia de los otros, resistió mejor el paso del tiempo y parece estar más adaptado al contexto actual.
Los tres modelos de universidades que surgen en los inicios del siglo XIX, han ido entremezclando sus características con el paso del tiempo. Por ejemplo, la investigación científica, una característica típica del modelo alemán a la que eran ajenas las universidades anglosajonas, se incorporó a algunas de ellas a finales del propio siglo XIX. Sin embargo, las universidades francesas o algunas otras instituciones de educación superior de ese país, como las Grandes Écoles, siguen siendo ajenas a la idea de que la investigación es una parte esencial de la vida universitaria. Podemos apreciar que algunas cosas que los universitarios consideramos fundamentales, como la investigación, son ajenas a la universidad antigua, pero también a muchas universidades modernas. Este es un buen ejemplo de que la universidad tiene menos principios sagrados y generales que los que los propios universitarios solemos creer.
España es un caso típico de modelo napoleónico de universidad, aunque las reformas que tuvieron lugar durante los años 80 nos separaron algo de ese modelo. Sin embargo, y a pesar de la autonomía y de la formal separación del Estado, las universidades siguen siendo instituciones con un fuerte carácter funcionarial, con un gobierno burocrático, y, sobre todo, con una fuerte orientación profesionalizante (Mora, 2004). Esta última característica de la universidad española, la orientación profesionalizante que compartimos con muchos otros países, especialmente con los latinoamericanos, merece que se le preste especial atención.
El modelo dominante en Latinoamérica se asemeja en lo fundamental al napoleónico, y está concebido para dar respuesta a las necesidades de un mercado laboral caracterizado por:
Profesiones bien definidas, con escasa intercomunicación, con competencias profesionales claras, y, en muchos casos, hasta legalmente fijadas. La escasa intercomunicación que las profesiones tienen entre ellas, hace que las competencias requeridas sean siempre específicas y relacionadas con un aspecto concreto del mundo laboral.
Profesiones estables, cuyas exigencias de competencia profesional apenas cambian a lo largo de la vida profesional.
El sistema de educación superior, y de alguna manera el del conjunto del sistema educativo, daba respuesta a estas necesidades específicas del mercado laboral. La palabra «licenciado», de tanto arraigo en nuestros sistemas universitarios, representa bien ese sentido que se le ha dado a la universidad como otorgadora de licencias para ejercer las profesiones. Lógicamente, si se trataba de formar para pro-fesiones que además iban a ser estables durante mucho tiempo, las universidades formaban enseñando el estado del arte en cada profesión. Todos los conocimientos que podían ser necesarios para ejercerla debían ser inculcados en los jóvenes estudiantes. La hipótesis era que todo lo que no se aprendía en la universidad ya no se iba a aprender después. Los profesores, actores principales del proceso educativo, debían procurar que los estudiantes aprendieran el máximo de conocimientos específicos que fueran a ser necesarios en la vida laboral, pero, sobre todo, que los profesores deberían garantizar que ningún estudiante que obtuviera el título académico (que igualmente era el profesional) careciera de esos conocimientos imprescindibles para el ejercicio de la profesión. La universidad y el profesor eran –y siguen siendo– garantes de que los graduados tengan la competencia profesional necesaria. Las universidades no sólo dan la habilitación académica sino también la profesional, al contrario de lo que sucede en el mundo anglosajón, en el que la habilitación para el ejercicio profesional la otorgan los gremios profesionales y no las universidades. Este es un hecho relevante que podría cambiar pronto, y que supondría una auténtica revolución en el modelo tradicional de las universidades.
Este modelo educativo, que se creó hace dos siglos, sigue presente en buena medida en la universidad española. Una reciente encuesta (Teichler y Schonburg, 2004) realizada a graduados universitarios europeos y españoles, muestra el parecer que estos graduados tienen sobre el tipo de formación que han recibido en la universidad. La encuesta se realizó en el año 1999 a personas que habían terminado sus estudios cuatro años antes. Por tanto, se trataba de opiniones de graduados que habían asistido a la universidad en la década de los 90, es decir, durante la época de las reformas educativas que tuvieron lugar a principios de ese período en España. Los resultados de una de las cuestiones planteadas (el énfasis que se hacía en la universidad sobre una serie de aspectos) se muestra en la tabla 1. En la primera columna se presentan los resultados referidos a Europa, y en la segunda los correspondientes a España.
El modelo pedagógico del sistema universitario español queda perfectamente definido en los resultados de esta tabla. Los graduados creen que la universidad hace hincapié en la transmisión de teorías y de conceptos, mientras que el aprendizaje independiente, el conocimiento instrumental, el aprendizaje basado en problemas y en proyectos, las actitudes y habilidades sociales y comunicativas, la adquisición directa de experiencia laboral, no superan el valor central del 5. Además de teorías y de conceptos, el sistema concede importancia a la asistencia a clase y al consiguiente valor del profesor como fuente fundamental de información.

1.03.2008

LA EDUCACIÓN COMO VALOR HUMANO


El proceso de la educación con respecto a la pedagogía, en las últimas décadas ha sufrido un impacto lacerante en la conducta y, por ende, en la conciencia moral de la sociedad, debido a las constantes reformas educativas y programas en los que hay ausencia casi total de valores humanos.Otros factores que abonan a la desintegración moral son: incapacidad e irresponsabilidad de los padres en la conducción de sus hogares; falta de enseñanza de urbanidad en los centros educativos; delincuencia y drogadicción; influencia de la corrupción en la sociedad.Educación es la acción y el efecto de educar; es cortesía, urbanidad, buenos modales. Pedagogía, en cambio, es una serie de actos que, conforme a un plan, pretenden el desarrollo óptimo de las facultades físicas, intelectuales y morales del educando para integrarlo a una sociedad. En materia educativa han predominado los fines comerciales, no la formación de individuos que vivan en sociedad y aporten con su calidad moral y humana al perfeccionamiento de normas y costumbres de la sociedad.

¿ QUE ES EL TALLER DE EDUCACIÓN LABORAL ANZOATEQUI?


El Taller de Educación Laboral “Anzoátegui” cuenta para su funcionamiento con sede propia desde el año 1999, con una infraestructura adecuada, más no acorde totalmente a las necesidades de la implementación efectiva del Programa de Educación y Trabajo para la atención integral de los jóvenes y adultos con necesidades educativas especiales.

La Institución cuenta con un equipo interdisciplinario para la capacitación y formación integral de la población con Necesidades Educativas Especiales. Además cuentan con el Programa de Alimentación de la Zona Educativa, Becas de la Zona Educativa y Gobernación, Medicinas-PADIS, Atención Médico Odontológica a través del IPASME.

En la actualidad no se cuenta con partidas presupuestarias para cubrir las necesidades de funcionamiento; no obstante dentro de las líneas estratégicas intersectorial se recibe apoyo económico por la Gobernación , la cual se recibe una vez al año para medianamente sufragar las necesidades de dotación (herramientas-equipos) para los Programas de Capacitación Laboral del Taller de Educación Laboral “Anzoátegui”.


VALORACIÓN (FILOSOFÍA) LO QUE RIGE LA VIDA DE LA ESCUELA

Las bases filosóficas del modelo “Educación para el trabajo responden a una concepción del hombre en su condición del persona, cuya dignidad personal radica en asumirse como un ser cultural, social e histórico, con una tendencia hacia la autorealización, libertad y apertura solidaria con los demás seres humanos, con capacidad de originalidad, creatividad y jerarquía de valores.

Desde ésta concepción el hombre es producto de su propia creación, ya que es el único ser sobre la tierra que puede ejercer una vocación consciente, de allí que necesita trabajo y libertad para autodesarrollarse y proyectarse hacia el futuro.

Conceptualmente se adopta “Educación para el trabajo” como un área que tiene como finalidad tomando en cuenta su filosofía, lograr en el educando la valoración del trabajo en su sentido individual, social y trascendental.

Se pretende que el educando a través de la realización de actividades, de tareas creativas tanto individual como grupal respete y se identifique con el trabajo de sus compañeros y el suyo, reconozca los beneficios que obtiene con su participación en las labores del hogar, la escuela y la comunidad, a fin de que pueda significar el trabajo como actividad social de gran repercusión en la cultura, necesaria para la autorealización y proyección personal.

La “Educación para el trabajo” se inscribe en la denominada Escuela Activa, con una concepción humanista ya que su fin no es solo el trabajo sino la “Humanización del hombre”.


Simón Rodríguez y la revolución del pensamiento


"Enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen, y tendrán quien haga". "Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra". "Entre los que vemos con desdén, hay muchísimos que serían mejores que nosotros, si hubieran tenido escuela". "Todos los militares de talento envainan la espada para abrir los libros, desde el momento en que el enemigo les abandona el campo". "Sin